Philemon und Baucis, de Joseph Haydn (Les Arts, Valencia. Del 8 al 15 de enero de 2017) Dirección musical de Fabio Biondi. Dirección de escena y marionetas de Carlo Colla e figli | por Óscar Brox

Inspirado por el Ovidio de Las metamorfosis, recogido por Jean de La fontaine en sus Fábulas, Filemón y Baucis es un cuento de carácter moral sobre la convivencia entre dioses y hombres. Moral, puesto que explora y se pregunta por la piedad, la bondad o el dolor a través de las penurias de un viejo matrimonio que recibe la visita de Júpiter y Mercurio. Charles Gounoud plasmó en su versión de 1860 de la fábula los elementos sentimentales de aquella sin por ello perder algunos de sus rasgos satíricos. En cambio, casi un siglo antes, Joseph Haydn, acompañado por el libreto de Gottlieb Konrad Pfeffel -amigo de Voltaire, entre otros- adaptó musicalmente aquel pequeño mito a las dimensiones de una ópera de marionetas. De manera que el clasicismo vienés y la ópera popular de la singspiel se entremezclasen con las formas escénicas del teatro de marionetas.

Philemon und Baucis, la pieza que estrenó Les Arts con dirección musical de Fabio Biondi y dirección de escena y marionetas de la compañía Carlo Colla e figli, se ajusta a los parámetros de lo que debería ser una introducción a la ópera para el público profano. Y, sobre todo, para un público infantil, en particular gracias a la expresividad con la que el juego de marionetas conduce la sencilla historia del matrimonio de ancianos que recibe la visita de los dioses. Colla e figli, compañía milanesa con casi dos siglos de andadura, concibe el espacio escénico de la sala Marti i Soler como un antiguo teatro en el que sus pequeñas criaturas bailan sobre el escenario con la gracia, la expresividad dramática y la ternura como signo distintivo. No en vano, apenas se trata de dos escenas, salpicadas de diálogos y formas musicales menos exigentes (no por ello, menos hermosas), que la compañía italiana dibuja a través de un escenario tridimensional por el que desfilan dioses, demonios y hombres. Flotando, todos ellos, con la gracia de un arte tradicional, especialmente dedicado a un público joven al que cautivar con la precisión de sus movimientos en escena.

El desarrollo de la ópera se mueve bajo la batuta de Biondi, pero se apoya en la delicada sencillez de las criaturas de Colla e figli, capaces de arrancar la sonrisa del espectador con el gracioso baile del pato que guarda el matrimonio protagonista para las comidas de postín, así como de fascinar en su dominio del espacio con ese precioso desfile mitológico con el que se presenta la obra. Fiel a su brevedad, Philemon und Baucis reduce la carga moral de la historia para caer del lado de la fábula, ejemplificando en la piedad de los dos ancianos, que serán recompensados por Júpiter con la resurrección de los hijos que un rayó vengador mató, la vertiente humanista del texto. Su reflexión sobre la mezquindad, las debilidades y las fortalezas del espíritu humano, capaces de desnudar y desarmar la indiferencia de un Dios. Tanto es así, que no resulta descabellado pensar que la música de Haydn y las marionetas de Colla e figli buscan posicionarnos en el lugar de Júpiter y Mercurio, desde esa altura que revela, casi que desvela, el vasto horizonte sentimental que música y muñecos dibujan como un paisaje para conmovernos. Para conducirnos hacia las emociones humanas de Filemón y su esposa Baucis, marcadas por el dolor de la pérdida y, asimismo, por la sencillez, por la intimidad, con la que pese a todo continúan sus vidas.

Sin duda, Philemon und Baucis es la clase de obra que, además de brillar en su medida ejecución musical a cargo del Centro de Perfeccionamiento, cautiva por el aire tradicional que respira su puesta en escena. Por la voluptuosidad de su juego con la expresividad de las marionetas y por la soltura con la que los monólogos se entremezclan con las partes cantadas y el acompañamiento musical. Una obra, pues, situada en el peldaño adecuado para cautivar a un público infantil al que la duración y los cánones no deben asustar, para el que organizadores y autores han preparado una reunión en una modesta casa entre un matrimonio humano y una pareja de dioses caídos de la Hélade. Una obra que, como en La Fontaine, tiene su lado de fábula sobre la gratitud y la piedad. Pero que, ante todo, dibuja un bello espectáculo con el soporte de unas marionetas que nunca dejan de bailar sobre el escenario. Ante la mirada encantada de un público entregado a las formas más populares, y sobre todo más bellas, del Arte.

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