Inventario. Memorias de una aspiradora, de Bárbara Bañuelos (Las naves, Valencia. 25 de febrero de 2017)  | por Óscar Brox

No hace mucho, a propósito del teatro de los Hermanos Oligor, decíamos aquello de recordar es vivir. En parte, porque uno construye historias para evitar que ciertas cosas caigan en el olvido; en parte, también, porque las representa, las escribe o las pone en escena, para crear esa impresión de que, después de tanto tiempo, todavía siguen vivas. Con Inventario. Memorias de una aspiradora, muestra de teatro mínimo de Bárbara Bañuelos, sucede algo parecido. Antes de comenzar la obra, el público puede pasear por el escenario y observar cada una de las piezas que la intérprete lleva recogiendo desde hace décadas. Fragmentos de otras memorias, tal vez insignificantes, que Bañuelos transfiere a su memoria al convertirlos en protagonistas de alguno de sus recuerdos. De ahí que Inventario tire del hilo de cada una de sus pequeñas cosas, ya sea el cartel adhesivo de un taxi alemán o el árbol genealógico del apellido Fournier. De puntos, aparentemente distantes, que Bañuelos une para narrar su historia personal.

En apenas 60 minutos, Bañuelos traza una geografía emocional mientras curiosea algunos de los objetos recogidos durante estos años. Y lo hace apostando por diferentes registros dramáticos. En este sentido, Inventario se puede ver como una colección de chascarrillos, anécdotas de esos momentos de torpeza y ternura que grabamos a fuego en nuestra memoria como parte de un aprendizaje vital. Pero, también, como fases de la construcción de la identidad creativa de Bañuelos. Como otro tipo de aprendizaje, esta vez artístico, en el que se busca construir una voz creativa para reflejar una voz personal. Para hacer arte con los recuerdos, los objetos perdidos y el anecdotario que los envuelve. Para hacer memoria visual, expuesta en la pared de la sala, de la memoria viva, y dibujar en cada relato la posibilidad de otro nuevo. De hecho, la cantidad de objetos acumulados por Bañuelos invita a pensar en diferentes funciones de Inventario en las que se narran otras historias, se presentan otras pequeñas cosas y conocemos detalles distintos de su autora.

A veces, la presencia en escena de Bañuelos permanece en segundo plano, con la vista puesta en la meticulosa organización con la que se presentan los objetos en el suelo. O en la proyección que tan pronto enseña la una ecografía del siglo pasado como aquellos fotogramas que demuestran que el padre de la autora fue figurante en El bueno, el feo y el malo. Y, sin embargo, es curioso cómo progresivamente nos acostumbramos a la figura de Bañuelos moviéndose literalmente entre sus recuerdos: a su anécdota de una época como azafata de vuelos internacionales, a la vez que unas prostitutas de carretera le aconsejaron sobre un reloj, etc. Buscada o involuntaria, lo cierto es que la dicción de Bañuelos, esa sensación de que hay bloques que parece recitar de golpe y otros que se inventa a la carrera, dibuja una imagen cálida de la artista. Cercana, casi íntima, que estrecha el vínculo con un público que la observa en silencio a escasos metros. Que ríe sus chistes mientras, secretamente, comienza a inventar nuevos relatos a propósito de los objetos recogidos en este inventario.

Inventario pone un acento lúdico sobre el trabajo de investigación de la memoria. Lúdico porque Bañuelos transforma cada objeto en el eslabón de un juego de asociaciones que le permiten construir su itinerario creativo durante estos años, aunando lo aparentemente insignificante con lo esencial. Pero, sobre todo, presentando ante el espectador un recuerdo que vuelve a la vida gracias al trabajo en escena. Que comparte, que compartimos, que entremezclamos con los nuestros propios, con el mismo afán de evitar que caigan en el olvido. Porque, ¿acaso la ficción no es una respuesta creativa para recordar todo aquello que fue y ya no es? Para proporcionarle una segunda vida, o para detenerse en aquel momento en el que resultó importante. Para plasmar las emociones que suscitó, las anécdotas que desencadenó, la lección vital que contuvo.

En esta aventura Out of the Box emprendida por Las Naves, Inventario supone una estimulante experiencia teatral para reflexionar sobre los mecanismos de la memoria y las acciones creativas que el arte dispone sobre ella. Bárbara Bañuelos ha hecho de parte de su vida una colección de objetos a los que devolver su efímera vida. Un inventario de ficciones, un  laboratorio de pequeñas historias, un drama minúsculo servido en escena para convertir la memoria individual en una experiencia colectiva.

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