Arte salvaje. Una biografía de Jim Thompson, de Robert Polito (Es pop) Traducción de Óscar Palmer Yáñez | por Óscar Brox

Robert Polito | Arte salvaje. Una biografía de Jim Thompson

Dentro del mercado literario español no abundan las piezas dedicadas a seguir las peripecias de los escritores de novela criminal. A excepción de Vidas difíciles, de James Sallis, o de exotismos como el librito que reproduce los interrogatorios a los que fue sometido Dashiell Hammett, la oferta se queda corta. Más aún si, como sucede con un autor como Jim Thompson, su escritura y su vida prácticamente constituyen un género en sí mismo. Tanto que resulta difícil que alguien que se enfrente a alguna de sus novelas no acabe por preguntarse quién demonios era aquel tipo, un coloso capaz de dinamitar la ortodoxia del thriller a través de su estilo y conducir sus implicaciones psicológicas hasta lo más profundo. Robert Polito consagró el trabajo más importante de su vida literaria en una biografía de Thompson, minuciosa y afortunadamente extensa, que Es Pop publica en castellano para alegría de los admiradores de la literatura negrocriminal. Un libro que es, al mismo tiempo, un mapa que nos guía por la vida difícil de uno de los grandes del género y un texto que consigna la evolución estética y estilística de su arte salvaje. Una historia de violencia, éxtasis e ira.

Nada más empezar la lectura, nos asalta la primera decisión del autor: para hablar sobre Thompson, Polito recurrirá no solo a las palabras de familiares y amigos, sino también a las reflexiones de sus personajes de ficción, destellos en mayor o menor medida biográficos del escritor de 1.280 almas. Así, en un relato planteado en un sentido cronológico, conocemos al padre (Sheriff, político frustrado, abogado, petrolero y buscavidas, según el momento) para, acto seguido, entender al hijo. A ese hijo dulce que se cría en un entorno marcado por la depresión; al que su abuelo inicia tontamente en la bebida para que venza el frío del Norte, sin prever que está amamantando a un futuro alcohólico; que vive casi en un matriarcado junto a sus dos hermanas y sufre cada mala decisión tomada por su progenitor. Años difíciles narrados a través de las mudanzas de Oklahoma a Nebraska, del dinero fácil que aparece de buenas a primeras y del puñado de dólares para pasar el mes entre todos, de esa ira latente que el hijo explotará en sus escritos, ficciones con un vínculo demasiado fuerte con la realidad.

La vida de Thompson es cualquier cosa menos sencilla, y al baile de san vito que describe su infancia le sigue una adolescencia itinerante en la que acabará frecuentando los pozos de extracción de Texas. Todo lo que recoge como material para su futura obra, lo pierde en una vida frustrante marcada por los bajos fondos. Ni siquiera su ingreso en la Universidad cambia su suerte, obligado a pluriemplearse para hacer frente a la necesidad. La de Thompson es una carrera larga, de esas que terminan con el último aliento. Para ser tan joven, ya ha conocido la violencia, los vicios y la cara más amarga de la condición humana, modelos de los que se servirá para perfilar su escritura contundente. Polito narra cada episodio sin perder detalle, apoyado en las declaraciones (a veces contradictorias) de la familia y en las miguitas de pan que el propio autor deja como rastro en sus novelas. Sin haber vivido la adolescencia merecida, Thompson descubre el amor, lo pierde y lo vuelve a encontrar, se casa, tiene una hija y escribe compulsivamente en tiempos en los que el jornal es escaso. Aunque apenas ha entrado en la treintena, puede decir que ha sido un hijo olvidado por su padre y excesivamente enmadrado, un hobo, un botones en el peor hotel de la ciudad y un petrolero que un buen día se cruzó con el mal absoluto. Ese que, como dicen todos los textos sobre su obra, le ayudó a definir a su primer gran personaje de ficción: Lou Ford.

En El asesino dentro de mí, Ford es un poco de todo: tiene rasgos de personalidad del Sheriff Thompson y el incipiente estilo de su hijo para capturar la manera de ser de una mente esquizoide. Sin embargo, si por algo destaca es por ser el primer personaje que habla de la enfermedad. Lo que en la novela sirve para mantener bajo vigilancia al furor homicida de su protagonista, en la vida real apunta a la alcoholemia que acompañará para siempre a su autor. Crisis tras crisis, el aspecto de Thompson empeora y envejece, se deprime y abotarga hasta que no da para más. Huida tras huida, Nebraska deja paso a Oklahoma y esta a Nueva York, a su primer encuentro con una editorial que le hará caso y a un editor, Arnold Hano, que será casi un ángel de la guarda. Para entonces, Thompson vivirá su mejor época, los años 50, donde su producción literaria generará un puñado de obras maestras arriesgadas, experimentales y desgarradoramente humanas. Esas que le emparentarán con Céline, Joyce, Dostoievski o el reverso tenebroso de Steinbeck; las que harán que se alabe su escritura radical y su visión demolida de las relaciones humanas.

Tras las palabras de Polito encontramos muchas vivencias y episodios, desde la época en la que estuvo más ligado al comunismo hasta aquella otra en la que se ganó el pan como redactor de periódico. Vidas diferentes que se encuentran en un mismo punto: siempre fueron breves. Thompson salta a conciencia de una punta a la otra del país, prueba suerte en Hollywood y mantiene una colaboración tempestuosa con Kubrick; vive el rechazo a sus libros y la obligación de escribir basura para seguir a flote; Marcel Duhamel eligió 1.280 almas como libro 1.000 de su série noire y en Estados Unidos le destrozaban una novela como La huida para adecuarla a un tipo como Steve McQueen. Un poco de todo, un poco de nada. A diferencia de Chester Himes, no tuvo la fortuna de poder emigrar a Francia para que su obra se revalorizase ante los buenos ojos de la vieja Europa.

Lo que hace de Arte salvaje un libro indispensable es, precisamente, la claridad que arroja Polito sobre los puntos más oscuros de la biografía de Thompson: cómo sí vivió el éxito de sus novelas con Lion Books; de qué manera exageraba muchos detalles biográficos cada vez que tocaba contar una batallita o sintetizar los detalles en una novela; hasta qué punto su alcoholismo fue un aspecto destructivo y dramático para su entorno familiar; o cómo en sus últimos días se mató de hambre para acabar con su existencia. Un recorrido, en fin, de los que cortan la respiración, donde su autor recrea un estado de ánimo alrededor de la figura de Thompson. Un perfil a ratos mítico, a ratos mundano, que describe la enormidad literaria de alguien capaz de parir libros como Una mujer endemoniada o Noche salvaje. El tipo de coloso al que solo unos pocos (Alain Corneau, Tavernier o Westlake) han sabido hacer justicia entre tanto desbarajuste y homenaje trasnochado. Así, Arte salvaje se puede leer como biografía, ensayo literario y hasta tratado moral, pues Polito no aparta de entre sus intereses el análisis escrupuloso de todas las criaturas que Thompson pergeñó en sus escritos. La mejor coda posible para el mejor autor negrocriminal y, a buen seguro, uno de esos pocos libros que pueden lucir con orgullo la calificación de obra maestra.


2 thoughts on “ Jim Thompson. Hijo de la ira, por Óscar Brox ”

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