El libro blanco, de Jean Cocteau (Cabaret Voltaire) | por Ferdinand Jacquemort

Publicado en un precioso volumen por Cabaret Voltaire (editorial a reivindicar por sus ediciones que son un puro lujo como objeto material, táctil), El libro blanco de Jean Cocteau siempre vivió rodeado de la polémica, ampliamente investigada (y de la que da cuenta en un preciso ensayo que cierra el libro, su traductora, Montserrat Morales), de si era o no un texto autobiográfico sobre los amores del escritor francés. Aparecido sin nombre (al parecer para no ofender a la madre), la breve novelita es un intenso recorrido por las relaciones sexuales y de amistad (que venían a ser lo mismo) que atravesaron sus primeros años y sus primeras estancias, desde la visión gloriosa de un mozo de cuadra o un gitano, a su relación con chulos, putas (todos a la vez), marineros tatuados muy fassbinderianos (era fácil decirlo, luego lo digo), compañeros del instituto idealizados, en fin, la vida, la vida según Cocteau, rica en sexo, excesos y muerte, también muerte, la muerte, una presencia tan poderosa como las otras dos, tal vez más.

Cocteau siempre escribió como pareció vivir: rápido (el libro se escribió en un mes), en una urgencia en la que los acontecimientos fluyen, se detienen ligeramente, siguen fluyendo, se nos escapan para encontrarlos de nuevo o nunca más. Su prosa es tan libre (y a la vez tan esclava de sí misma) como parecía serlo él. Escribir como vivir. Vivir como escribir.

La edición se acompaña con las ilustraciones, bellísimas, brillantes, que realizó para este libro anónimo, si es que alguna vez hubo un libro menos anónimo que este. Si alguien no entiende la diferencia entre un libro electrónico y un libro que no lo es, por favor, que coja este en sus manos.

 

El salario del miedo, de Georges Arnaud (Contraseña) | por Óscar Brox

LibrosLos escritores franceses criados en tiempos de guerra parecen estar tocados por la turbulencia moral y su inclinación a retratar el mal y el miedo más cerval. A diferencia de otros coetáneos, Henri Girard no fue colaboracionista ni criminal, pero sí bohemio y amante de los pequeños placeres de la vida. Y, sin embargo, acabó prisionero en varias cárceles, junto a los frutos de una sociedad podrida desde su misma raíz, acusado de unos homicidios de los que nadie supo aclarar si fue su autor. El único asesinato en la vida de Henri Girard fue el de su propia identidad, que rechazó violentamente al salir de la cárcel. Así, parapetado tras el nombre de Georges Arnaud, inició un viaje hacia el fin del mundo que le llevó hasta América del Sur, donde se mezclaría con el clima de delincuencia e inmoralidad de los emigrados, exiliados o rechazados por la sociedad europea. El salario del miedo es, hasta cierto punto, un relato que disfraza de ficción el derrumbe moral y la agonía que el propio Arnaud vivió en su descenso al infierno. El transporte de una carga maldita reúne a cuatro hombres desesperados, mal nacidos al borde de la histeria, que no saben cómo huir de una realidad que les corroe las entrañas. El miedo, en sus diversas vertientes, deforma cada línea de diálogo, la posee y la desmonta, como si ese convoy de camiones no tuviese otro destino que la muerte. En un decorado de rocas, alquitrán, nitroglicerina, putas, desalmados y desgraciados, El salario del miedo radiografía las pasiones más bajas del ser humano con la precisión de un bisturí y la falta de piedad de un cáncer en estado de metástasis. Arnaud, que como sus desdichados antihéroes también fue camionero, muestra esa lenta travesía como si se tratase de la barca de Caronte que guía a las almas perdidas hacia su final.


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